Estabas horroroso, cariño. Pero aún te faltaba lo mejor. “¿Quieres conocer a la putita que te vuelve loco?” A ti se te iluminó la cara, claro que querías conocerme, delirabas por saber cómo era. Tu hermano me acercó a la cámara y allí, despacito, mientras tú no quitabas ojo de la pantalla, me quitó la peluca primero, y luego el antifaz. Y claro, te dio el ataquito. Pero ¿cómo íbamos a saber nosotros que te lo tomarías así? No, yo creo que es que tu corazón estaba el pobre tocado de tantas pajas como te hacías, cariño, es que ya no tenías edad para eso. Me asusté, mi vida, me asusté mucho, pero ¿qué podía yo hacer? si la palmaste allí en nuestras narices. Pues nada, salir corriendo para allá y sobre todo buscar en el ordenador y borrar todo rastro de tus “travesuras” y las mías, no fuera a ser que encima tuviera lío con la policía. Me dio mucha vergüenza que te pillaran desnudo, y con el suelo manchado del semen de tus corridas. Pero tu hermano, que es un cielo, tuvo la buena idea de poner una peli porno de las muchas que tenías para tu uso y disfrute, y la pasma se lo tragó.
Claro que si hubieses visto mi actuación, fue el papel de mi vida, tan desconsolada y compungida, un Oscar me merecía por eso. Y no te quejes que tú disfrutaste lo tuyo, a más de uno le gustaría morirse así.
Y es que no me canso de decirlo, esto del ciber-sexo no trae nada bueno. O sí.
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